Nuestro turismo

Tenemos 29 kilómetros de playas vírgenes, sin explotar turísticamente. Playas que bordean serpenteando hermosamente nuestra costa frente al mar Caribe. No hemos sido capaces de encaminarlas hacia su aprovechamiento ecoturístico, pero sí hemos diezmado un recurso muy valioso para el ecosistema marino: los manglares; también hemos reducido el cauce de varios riachuelos que salen al mar rellenándolos con basuras para ampliar la extensión de nuestros predios. Hemos sido muy descuidados con nuestros recursos naturales y paisajísticos, la educación en este sentido nos ha fallado porque no somos sensibles ante lo que poseemos: exótica naturaleza marina. No hemos aprendido a administrarnos eficientemente, tampoco permitimos que hermanos de raza intenten hacerlo porque los percibimos como enemigos, ya que impera la descabellada y peligrosa idea de que nadie puede sobresalir y llevarse quizás los aplausos por haber tomado la decisión de sacar adelante un megaproyecto que beneficie a la población en general. Somos egoístas y arrogantes en este sentido.

En consecuencia, mientras esas ideas celosas se perpetúen en las generaciones de reemplazo, nuestro municipio seguirá condenado a sufrir eternamente la más injusta y despiadada de las pestes de la historia de la humanidad: la miseria. Esa peste es la que nos ha sometido tortuosamente por muchos años, esa peste es la que nos ha conducido a arrodillarnos vilmente ante quienes muestran un poco de poder público respaldado por algunas riquezas materiales, es la que nos ha arrebato abruptamente nuestra dignidad y por eso confiamos nuestros intereses individuales, no colectivos, en personas sin escrúpulos y desprovistos de toda visión de progreso social, personas que son capaces de cuaquier cosa por mantenerse inoperantes al mando de un poder público sin ideas claras y organizadas que nos permitan prosperar, individuos que se acercan a la gente resolviendo necesidades apremiantes en momentos electorales pero que luego se distancian y crean cercos para evitarlas. Esas no son personas visionarias, son personas que no tienen respeto y ni el más mínimo sentido del valor sagrado que tiene cada peso público.

Por consiguiente, necesitamos educar a los jovenes para que sean sensibles con las personas y con la naturaleza. Que sean capaces de entender que lo colectivo está por encima de lo individual. Que sean críticos y analíticos frente a la marcha de la sociedad, que puedan identificar debilidades y fortalezas sociales, que a las debilidades las intervengan a partir de propuestas justas y las fortalezas las encaucen hacia el bien común.
No obstante, el único turísmo, si es que se le puede dar el apelativo, es el que se asoma timidamente en las temporadas de vacaciones de Semana santa, junio, parte de diciembre y enero. Es un turismo informal y disfuncional, generado por pequeños grupos de personas que tienen cabañas de propiedad y las cuales utilizan para vacacionar, estos grupos familiares resuelven toda su estadía llevando la alimentación, la bebida y hasta el agua potable, asi que es poco el recurso económico que dejan en manos de los pequeños y medianos comerciantes del pueblo, que entre otras cosas se toman abiertamente la libertad de sobre aumentar los precios de los productos al turista que de vez en cuando requiere comprar algún bien o servicio local.

Por otra parte, existen dos complejos turísticos privados que se arriesgaron a darle un aprovechamiento particular a las playas de la zona, adecuando hermosas instalaciones para albergar turistas del interior del país que compran anticipadamente los paquetes de alojamiento que van desde lo todo incluido. Estos dos negocios también tienen resueltas todas las necesidades de un turista por lo que no requiere salir hacia otros sitios del caserío a pagar por disfrutes. Ante esta realidad los pobladores nativos no pueden competir en igualdad de condiciones y mucho menos los vendedores de mango picado con sal y pimienta, naranjas con sal y pimienta, jugos, cocadas de coco y enyucados. Asimismo tampoco los vendedores de ropa, calzado y artesanías quienes están establecidos inmóviles en los alrededores de la plaza central del pueblo. Es por esto que algunas personas negocian con alguno de los comerciantes de ropa para aventurarse a merodear por los alrededores de los complejos turísticos ofreciendo una que otra prenda, con el temor de que los corran  los administradores y/o propietarios.

Para concluir, el panorama anterior demuestra claramente que no existe una política formal de turismo en nuestro municipio, concebida desde la inclusión y encaminada hacia la prosperidad social. Lo que existe no es más que esfuerzos individuales por un lado y la asistencia normal de personas que a través de otros conocieron la zona y establecieron cabañas para vacacionar.  Mientras que a nosotros nos asalta la impotencia de no poder darle un uso sostenible con el ecoturismo a las playas que nos bordean.